No te atrevas a contar
que debajo de las piedras guardas
tu lengua envuelta en celofán,
que la añoranza se hizo cicatriz y el gran amor
es la coartada del marketing.
No menciones, ni en broma,
que la soledad se parece a los noticieros o los cumpleaños,
a las bodas y a los aniversarios,
que caminas con dientes en los talones
y tu corazón es un pozo sin resonancia.
Ni se te ocurra decir
que el país huele a coágulos de sangre
y al silencio de quien muere sin derecho a eutanasia.
Procura escupir tus palabras, pero no digas
que las ausencias te follan las noches y no al revés,
que domesticas adioses en una caja de cartón
y que estrujas tu infancia en mil ojos de papel.