Haciendo ceritos en la pista Helena; la más cumbanchera, la matrona, la ma montra.
70 años después, con el altar encendido, recuerda: “A pico e botella".
No cogía esa, no barajaba pleito.
Con mis cinco muchachos, las compañeras y las noches que nos amparaban, bregando por las callejuelas de una herrera que eplotaba.
Los cinco muchachos dejaron de serlo.
Las barras no me quitan mi “tumbao”.
La dueña del motor, la ma velduga, del 9 al 12, del 12 al 13
Una madrugá de aquellas;
―Vamo a baila, mamasota
―No, viejoeldiablo
Aqueroso
―Tu verá, coño,
Retrechera,
Viralata, orillera.
Desde la “Carreta hasta el Petitt Chateau” por toda la Isabel Aguiar se escucharon los gritos de la compañera; otra que era muy moHntra, muy bacana. Helena soñaba con pasarle la faja de tigueraje y cumbancherismo.
Al día siguiente todos decían que Tito el guachi la había arrastrado por toda la zona. Tierra de todos, un poco de nadie a esa hora.
Los primeros en llegar a la avenida son los chóferes de carro público el comentario del rebú de la noche anterior estaba regado como el humo en la zona industrial.
El friturero decía: “¿y eto taco morados frente al carrito de quienes son, tan nuevo?”. La peluca rubia fue vista frente al Contri y el chorro de sangre en la entrada del 12.
Helena, la más cumbanchera,
La ma montra,
La matrona,
La má desacatá,
El biberón de Herrera salió como de costumbre la noche siguiente; con su vestido de lentejuelas, el leguemime, su peluca artillada y todas las botellas de ron en su cabeza.
Bailó hasta perder el sentido…
Una sopa de vísceras pidió, con mucho picante a la mañana siguiente al friturero.
Mientras el cuerpo de Tito el guachi yacía en el pavimento frente a la parada de moto concho.