“Un hombre con ideas nuevas es un loco, hasta que sus ideas triunfan”.
– Marcelo Bielsa
“Todo depende del viaje, no del resultado”.
– Carl Lewis
“¿Saben cuál es la oportunidad favorita del juego? La oportunidad de jugar».
– Mike Singletary
Mi cuerpo se subvierte con la práctica marcial (aprendí taekwondo siendo muy joven). La actividad me llevó por varios hemisferios acérrimos para otorgarme una autoestima altilocuente. La camada de mi generación poseía (y a la vez encumbró) los elementos para sobrellevar un registro de logros tanto individual como colectivo: preseas, trofeos, medallas, reconocimientos, exhibiciones, talleres de formación, prácticas privadas del jet set, seminarios, etc. Construimos un distintivo de la escuela a la que asistía. Realizábamos dual-meets (contiendas de liceo versus liceo). Como colegio enfrentábamos a instituciones completas. Fui de los más dilatados para el inicio de mi pedagogía artemarcialista. Aprovecho para otorgarle a mi alumnado otro tipo de agregados: filosofía, poesía, literatura, ciencia oriental, psicología. Ahora son entidades desempeñándose lo mejor posible en sus rubros. Con el tiempo la instrucción fue mermando mi pathos por todas las dificultades burocráticas a las que me enfrentaba para conseguir un lugar con un rédito moderado; como el denostar que se incrustaba en la actividad surcoreana. Las nuevas ideologías habían coartado su dispensado movimiento morfológico: su contorsionismo, maleabilidad y dromología, los cercenan en detrimento de su accionar volatín. La organología de su suceder la estrangulan, anquilosando sus líneas de vibración. Decliné después de quince años. Pasarían más lustros de no ejercitarme. Siempre extrañé todo lo que me brindó y con lo que también pude descubrirme. En la actualidad, estoy casado, sin hijos, gratificado de reencontrarme con mi primera novia de la infancia (y de la vida) después de veintiocho años de no vernos. Ya entrado en los cuarenta, me he aplicado muchos métodos para solventar las complejidades con las que lidio. En este punto, mi soma persiste en no decaer. Mis adversarios ahora resultan intrínsecos: dolores de rodilla, completa nulidad en la flexibilidad, sobrepeso, problemas varicosos, padecimientos de alcoholismo (trastornos de conducta, hipersusceptibilidad en el medio familiar, delirium tremens, mitomanía, cleptomanía, extravíos mentales, localización en situaciones límite de violencia, actitudes erráticas), aislamiento comunal por un padecimiento de sexolismo (obsesión/compulsión al onanismo y los gráficos sicalípticos) con sus inconvenientes (disociación cognitiva; alteración en el control inhibitorio, en el sistema de atención y en los mecanismos de empatía; aprendizaje vicario del erotismo; trastorno en las neuronas espejo para la emulación del comportamiento; distorsión de los canales neurobiológicos por la segregación enajenante de dopamina; daño en la configuración sexual interpersonal, de contrayente y psico-social), prácticas anacrónicas del comportamiento y la cultura varonil (misoginia, machismo, infidelidad, adulterio, promiscuidad, masculinidad tóxica, sexismo, felonía), un proceso de abdicación al tabaquismo (ansiedad, somnolencia, migrañas, afecciones en el palpitar y la respiración, automatismo en el entorno social). A poco menos de veinte minutos de mi hogar, se encuentra una esquirla de un acuífero que traslada agua sucia y residuos de basura. Paradójicamente, está repleto alrededor de toda variedad de flora. Evidencia una bifurcación con respecto a las estratificaciones económicas sociales, simulando un modelo a pequeña escala de los canales de descarga del Cantalloc en Perú. Comencé por correr para conocer la zona y percatarme de mi condición. Los primeros días fueron patibularios: abundante cansancio, mareo, dolor incisivo en lo articular y muscular, agudización de mis ya mencionados padeceres. En cada despertar se percibía el derrumbe de una corporalidad que se había refugiado en las cenizas de las viejas glorias. Al unísono, todo ese clamor de la carne me proclamaba un comportamiento innovador en mi fisiología. La felicidad, la riqueza, el poder, la delectación ya no obedecen a una representación o imagen dogmática del embelesar propio, ego ensoberbecido, narcisismo, vanidad deteriorada o autoestima absolutista. Se instauró una descodificación no supeditada a fijaciones o sedimentos sobre la valoración de un cuerpo por sus notoriedad y adulaciones extrínsecas. Es la trasplantación por un flujo que no se rige, que no está subyugado. Lo cuantitativo ha quedado abolido por lo cualitativo: materia igual a energía. Lo somático desenvuelve una máquina anarquista de los patrones fomentados para embotar figuraciones insubordinadas que se vinculan con lo molecular, el cosmos y el espíritu. La praxis forja una aleación anatómica diferencial-trascendental, nunca interpretada desde el cliché de volver a sentirse joven; sino por la captura por códigos de intensidad. Cada epónimo que me ha significado, simbolizado y organizado mi pretérito -como mi posteridad- con relación al acondicionamiento, el contraponer, el maniobrar corporal, se extirpa de sus parámetros para consolidarse en una novedad encarnada por distintas naturalezas. Los axiomáticos del “mérito”, el “triunfo”, el “aprovechamiento” e incluso el “abatimiento” se desarraigan en una transvaloración a regiones por las que el deseo nunca ha de colmarse. He adquirido una relación con mi deporte que ni mi maestro ni mis compañeros del arte marcial, u otros referentes del mismo, pudieron vislumbrar. El dolor, el sufrimiento, la longevidad, lo parsimonioso, el vicio mismo, la enfermedad, la incomodidad, la compunción, el patetismo, me desvelan un entramado neurálgico carente de un coleto circunscripto a lo que el sistema exige. Lo que el régimen desecha, desestima y desprecia es el desafío requerido que procrea secreción de fuerzas, ímpetus, bríos y resistencias que se difunden por velocidades e imperturbabilidades emancipadas. Siendo más meticuloso e incluso corpuscular me he percatado de una deconstrucción que ensambla cada bloque de mi complexión por una virulencia más escrupulosa, con tenacidad de bisturí. El acontecer, en vez de funcionar experiencial, se trabaja experimental. Se ejerce un desvarío que ya no describe al ámbito personal-psicológico, sino a una estratosfera socio-histórica-planetaria. La capacidad de afectación deviene artístico-atlética. Morfología desarticulada atravesada por potencias, énfasis, arrebatos, efusiones, etc. Se abren líneas vitales por una osteología geográfica que avizora aquel existente que no discierne sus insondables de afirmación. Se había hermetizado por ejercicios definitorios de un saber-poder de los discursos biológicos e ideológicos que se adscriben. El binarismo conductual de lo mejor o peor ha sido resquebrajado para generar una destreza destructiva/artífice que repta por lo performativo en su desempeño. Confabulación que se vincula en mayor grado de temperamento por la exudación, destilación y secreción. Un des-antropomorfismo transcursivo que produce en todo tiempo y espacio detonantes para el enriquecimiento de las incertidumbres de lo inteligible utilitario. La creación de una victoria y una caída que el régimen no concibe.