
Cuento
Los migrantes
Le explicaron que nada más querían pasar esa noche, que al día siguiente ni tomarían el desayuno. Sería abrir los ojos y estar andando.

Le explicaron que nada más querían pasar esa noche, que al día siguiente ni tomarían el desayuno. Sería abrir los ojos y estar andando.

Los primeros días hubo entusiasmo, la gente competía por ver quién respiraba menos, quién aprovechaba mejor sus raciones. Surgieron entrenadores de apnea, medidores de oxígeno portátiles, competiciones de ahorro pulmonar.

Allí, con los ojos entrecerrados y las colillas por dedos, se cuece un plan de tragamonedas que humo y barniz rectifican.

Todo grito es de la multitud que sobrevive privada de voz.

Debo decir que lamenté en su momento la muerte de Paul Auster como se lamenta la muerte de un amigo escolar.